Seguir pensando la democracia: imaginario social, desigualdad y déficit cívico.

¿Cómo explicar la aparente paradoja que resulta de contraponer, por un lado, la creciente sofisticación de los mecanismos y tecnologías que invitan, informan, y facilitan el ejercicio del voto, traduciéndolo luego en decisiones políticas y, por otro, los actuales niveles de desinterés cívico, baja participación, así como ciertas tendencias hacia la adopción de soluciones no democráticas a los problemas actuales? En este trabajo busco reflexionar sobre la actual crisis de las democracias liberales, proponiendo que las soluciones deben buscarse en la serie de hábitos, costumbres, y entendimientos compartidos de una sociedad que hacen posible la vida democrática, antes que en las herramientas institucionales, tecnológicas y mediáticas que hacen posible el acceso de los ciudadanos a las urnas. Es en lo que Charles Taylor llama imaginarios sociales, o que Alexis de Tocqueville describió como "mœurs", donde deben buscarse hoy los recursos para una revitalización de la vida democrática. Desde esta perspectiva, puede decirse que la condición de posibilidad de la democracia electoral, esto es, del adecuado funcionamiento de los mecanismos de voto y participación ciudadana, se encuentra en las convicciones más íntimas de la comunidad, en aquellos entendimientos tácitos que conforman el “mundo” lingüístico (o "background", en el vocabulario de Taylor) que hace posible la vida democrática como aquella forma de convivencia que se adecúa a la imagen que la sociedad se ha dado a sí misma. El estudio propone, finalmente, que parte importante de la actual cacofonía social—responsable de la fragmentación del imaginario social—se debe a la agudización de la desigualdad social que reactiva y profundiza una de las preocupaciones constantes en el pensamiento político, a saber, el enfrentamiento entre ricos y pobres. Siguiendo a Tocqueville, podemos decir que la democracia suaviza y atempera las pasiones humanas, al tiempo que la miseria, la baja movilidad social y los niveles de riqueza excesiva militan en favor de la radicalización e intemperancia de las mismas.

Juan Pablo Aranda Vargas /The University of Toronto / UPAEP
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